Es la necesidad lo que hace avanzar.
La necesidad de resolver situaciones. La necesidad de plantear soluciones a problemas. Muchas veces con el marrón ya entre las manos. Otras, las menos, de manera proactiva.
Al fin y al cabo, avanzamos como sociedad y como especie cuando detectamos o tenemos necesidad. También como personas. Como familia. Como colectivo… Hacemos de la necesidad virtud.
Enseñar a pescar
En casa enseñamos a los niños a pescar.
No es que la pesca sea el oficio familiar ni la actividad lúdica de la familia. Les enseñamos por la necesidad de desarrollar su autonomía… y salvaguardar nuestra salud física y mental.
“Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Proverbio chino
Con tres niños en casa hay que plantearse ciertas cosas. De lo contrario te arriesgas a estar pringado (literalmente) más tiempo del estrictamente necesario.
En la cena de hace unos días, reflexionaba sobre el tiempo que invertimos desde que empezábamos a cenar con los niños hasta que terminaban. Mucho. El necesario.
Lo cómodo sería darles la cena a los pequeños. Que abriesen la boca y a engullir. Sería sencillo. No te hace esforzarte más allá del puro automatismo de coger la cuchara, hacerla pasar por el “hangar” del plato, avisar al expectante lechón de que se aproxima el avión y, con pericia y reflejos felinos, hacer que aterrice en el objetivo.
Pura zona de confort parental. Un proceso industrial estandarizado, simple, relativamente rápido, de escaso consumo de energía física e intelectual para el sufrido progenitor. Eso si, de nulo valor para el aprendizaje y desarrollo del crío.
Precisamente lo contrario que necesita una familia que coquetea constantemente con el desbordamiento.
Invierte tiempo para mejorar
¿Qué hacemos en casa?. Algo de sentido común, o eso creemos al menos.
Invertimos tiempo (mucho) para que los niños desarrollen su autonomía en la cena (y en otras cosas, claro). Si conseguimos que cenen de manera autónoma habrá beneficios para todos.
Aunque la solución es sencilla, la ejecución no es rápida. Casi todas las cosas que merecen la pena requieren tiempo, constancia y esfuerzo.
Lo cierto es que ya tenemos a casi dos tercios de la prole con la certificación en autonomía del auto-abastecimiento. Nos queda margen de mejora, pero es cuestión de tiempo.
Y lo estamos consiguiendo con mucha paciencia, viendo de vez en cuando “El sargento de hierro” y huyendo de la comodidad. Haciendo lo correcto y no lo cómodo.
Está mereciendo la pena. Bien por ellos porque lo están consiguiendo. Niños más efectivos hacen padres más efectivos.
No es cuestión de niños, sino de personas
Todo esto que os he contado se puede extrapolar al ámbito personal o laboral. ¡También con adultos!
Al final, se trata de invertir tiempo y recursos para aprender técnicas que ayuden a desarrollar habilidades. Todo para conseguir resultados.
Resultados que pueden ir desde cerrar un acuerdo comercial, la implantación de un nuevo sistema informático, preparar la reunión de Dirección o, simplemente, terminar de cenar y que la cocina no parezca la sala del crimen de un capítulo de Dexter (cambiando la sangre por tomate, claro)
Porque cualquier persona puede aprender. Únicamente tiene que querer. Ayuda siempre va a tener. Eso sí, tendrá que elegir bien la ayuda que pide y a quién la pide. Pero eso es otro tema.
¿Y qué pasa con las organizaciones?
A las organizaciones les interesa tener niños que cenen de manera autónoma. No hay duda de ello. Manchan menos, disfrutan más, se cena antes, queda tiempo para ver una serie, leer, jugar… Creo que me entendéis.
Si, a las organizaciones les interesa la autonomía. Obviamente, me refiero a la autonomía de las personas.
Lamentablemente muchas organizaciones siguen, aún, en modelos de gestión cómodos, antiguos e ineficientes. Modelos que les permiten por el momento sobrevivir, pero no vivir. Modelos de “abre la boca que viene el avión”. Esos modelos de “ya pienso yo por ti”. Modelos donde no se enseña a pescar.
Y es una pena. Porque hay otras opciones más efectivas. Algunas organizaciones, afortunadamente, ya lo están descubriendo. Por el bien de todos.
Simplemente hay que querer cambiar. Dejar de hacer siempre lo mismo por el hecho de que siempre se ha hecho así.
En su lugar, se pueden dedicar recursos para enseñar a trabajar de una manera más efectiva. Una manera mucho más óptima para el día a día de las personas, a las que, todo hay que decirlo, no nos han enseñado a trabajar. Cosas del sistema.
Conclusión
En resumen:
- La autonomía hay que promoverla dedicándole recursos, no aparece por arte de magia
- Es más beneficioso enseñar a una persona a hacer cosas nuevas que dárselas hechas
- Los resultados llegan con paciencia y dedicación
- Las organizaciones necesitan autonomía y personas que sepan trabajar en los entornos actuales
Resulta evidente que, independiente de la edad, resulta más beneficioso relacionarse y trabajar con personas autónomas y efectivas.
Si las organizaciones quieren apostar por crear ecosistemas de autonomía, ya saben lo que hay que hacer: dedicar recursos que funcionen y ayuden, de verdad, a las personas. Está en su mano, porque ayuda no les va a faltar.